Una vez en un pequeño pueblo, había un niño aventurero llamado Pedro. Pedro tenía una curiosidad insaciable y un espíritu valiente que lo llevaba a explorar los rincones más recónditos del bosque que rodeaba su hogar. Un día, mientras seguía un rastro de mariposas amarillas que revoloteaban entre los árboles, Pedro se adentró más y más en el bosque, sin darse cuenta de que estaba perdiendo el camino de regreso a casa.
La desorientación en la naturaleza
A medida que el sol descendía en el horizonte, Pedro comenzó a sentir un ligero nerviosismo en el estómago. El bosque, que durante el día parecía un lugar lleno de vida y color, ahora se tornaba oscuro y enigmático. Los árboles parecían cobrar vida propia al agitar sus ramas, y los sonidos de la noche le resultaban desconocidos y aterradores. Se dio cuenta de que se había perdido y que debía encontrar una forma de regresar a casa antes de que la oscuridad lo envolviera por completo.